

01
La Postura
Sentados en el centro del zafu (cojín redondo), cruzamos las piernas en la posición de loto o medio loto. Si no es posible, simplemente cruzamos las piernas sin colocar el pie sobre el muslo opuesto, pero es esencial que las rodillas empujen el suelo. Mantenemos la columna recta, el mentón hacia adentro y el cuello estirado, alineando la nariz verticalmente con el ombligo, empujando la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza. Colocamos la mano izquierda sobre la derecha, con las palmas hacia arriba y los pulgares tocándose para formar una línea recta. Dejamos que las manos descansen sobre los pies, con los bordes en contacto con el abdomen. Mantenemos los hombros relajados y la punta de la lengua tocando el paladar. La mirada se dirige a aproximadamente un metro de distancia en el suelo sin enfocar en nada en particular.
02
La Respiración
La respiración zen no puede compararse con ninguna otra; es muy antigua. En sánscrito se le llamó 'anapanasati' y solo puede surgir de una postura correcta. Ante todo, se trata de establecer un ritmo lento, fuerte y natural basado en una exhalación suave, larga y profunda. El aire se expulsa lentamente y en silencio por la nariz, con la presión de la exhalación descendiendo con fuerza hacia el vientre. Al final de la exhalación, la inhalación ocurre de forma natural. Los maestros comparan la respiración zen con el mugido de las vacas o la exhalación de un bebé recién nacido llorando.
03
Actitud del Espíritu
Sentados en zazen, dejamos que las imágenes, pensamientos y construcciones mentales que surgen del inconsciente pasen como nubes en el cielo, sin oponernos ni aferrarnos a ellos. Como reflejos en un espejo, las emanaciones del subconsciente pasan una y otra vez y eventualmente se desvanecen. Y alcanzamos el inconsciente profundo, sin pensamiento, más allá de todos los pensamientos (hishiryo), verdadera pureza. Esta actitud del espíritu surge naturalmente de la profunda concentración en la postura y la respiración, permitiendo así el control de la actividad mental, lo que resulta en una mejor circulación cerebral. Si se lleva a cabo la práctica diaria los beneficios son varios sobre todo en nuestra habilidad de elegir a voluntad a qué pensamientos y/o construcciones mentales darle tiempo y atención.
